Florencia, capital y alma de la Toscana, hogar de los poderosos Médici, es una ciudad estructurada en torno al río Arno que, atravesado por once puentes, da vida a ambas riberas. Sus casi cuatrocientos mil habitantes son descendientes orgullosos de aquellos florentinos que superaron su modestia de siglos para, a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, convertirse en ciudadanos de una poderosa república.
Las huellas de aquel esplendor son los atractivos turísticos contemporáneos, majestuosos, preciosos e inacabables a ojos del visitante, resultado de la conjunción en el lugar de una pléyade de artistas que fueron lo mejor del panorama en su tiempo: Brunelleschi, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Giotto, Ghiberti, Pisano, Vasari, Cellini, Ghirlandaio, Botticelli, Volterra, Uccello, etc.
Pasear por las calles florentinas es como hacerlo por una enciclopedia de arte. A cada instante se nos aparece un palazzo, una iglesia, un puente o un museo que, a su vez, esconden fabulosas piezas en su interior y que hacen que cada visita vaya superando a la anterior, de manera que se hace difícil seleccionar si sólo se cuenta con cuarenta y ocho horas.
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Basílica de la Santa Croce – 9:00
Vamos a empezar por una plaza, por supuesto, dado que siempre son un buen sitio de referencia. Florencia tiene varias muy emblemáticas pero la elegida es la de la Santa Croce, que debe su nombre a la Basílica de la Santa Cruz que la preside. Un templo gótico que, aparte de su belleza, acoge numerosas obras de arte en su interior y tumbas de personajes famosos que hacen inexcusable la visita.
El arquitecto fue Arnolfo di Cambio, quien empezó los trabajos de construcción en el año 1294 y no los vio terminar porque no lo hicieron hasta bastante tiempo después (la consagración fue en 1443). Tiene una característica fachada de tres puntas que, sin embargo, es del siglo XIX, al igual que el campanario neogótico. Por dentro se divide en tres naves separadas por pilares octogonales y arcadas ojivales.
Una vez dentro no hay que perderse los monumentos fúnebres en memoria de Miguel Ángel, Galileo, Ghiberti, Maquiavelo y Leonardo Bruni. Tampoco los espléndidos frescos de Giotto de las capillas Bardi y Peruzzi, los de Gaddi que se ven en la Baroncelli, la cúpula de Brunelleschi para la capilla Pazzi o lo crucifijos de Cimabue (pintado) y Donatello (esculpido).
Piazza della Signoria – 10:00
Salimos de la Santa Cruz de frente, por la via Anguillara, para desembocar en otra piazza fundamental de la ciudad, la de la Signoria, presidida por la icónica fachada del Palazzo Vecchio. Este amplio espacio se abrió en el siglo XIII, si bien conoció ampliaciones y reformas posteriores. Hoy se puede considerar una auténtica gliptoteca al aire libre por la cantidad de estatuas que lo adornan.
Y es que se pueden contar la ecuestre de Cosme I, la de Neptuno en la fuente central, la copia del Marzocco (león heráldico) de Donatello, la Judit y Holofernes del mismo autor, el Hércules y Caco de Bandinelli y el David de Miguel Ángel (que también es copia porque el original se trasladó a los Ufizzi). A ellos hay que sumarles la catarata de esculturas que están en la vecina Loggia dei Lanzi (antiguo Pórtico de los Lansquenetes) donde destacan especialmente El rapto de las sabinas (de Giambologna), Hércules y el centauro (de Juan de Bolonia) y, sobre todo, el Perseo de bronce firmado por Cellini.
Un detalle que suele pasar desapercibido: en el centro de la plaza, una placa metálica sobre las losas del suelo indica dónde fue quemado Girolamo Savonarola, el dominico confesor de Cosme de Médici que protagonizó una agresiva campaña contra el lujo, la depravación moral de la república y la corrupción de la Iglesia, lo que finalmente le llevó a ser condenado por la Inquisición.
Palazzo Vecchio – 10:30
Inevitablemente, la plaza atraerá la atención de las cámaras fotográficas durante un buen rato. Al acabar conviene entrar al Palacio Viejo porque es otro sitio donde historia y arte se dan la mano. Terminado en 1322, era el ayuntamiento florentino, como indica el inconfundible campanario de 94 metros, desde donde se convocaba a los ciudadanos para las asambleas. De aspecto macizo y austero, dotado incluso de almenas, fue reformado por Vasari en el siglo XVI, algo que se nota más en el interior.
A éste se accede pasando el Patio de Michelozzo, decorado con una fuente de Verrochio y pinturas de Vasari, quien también hizo la escalera que lleva al impresionante Salón de los Quinientos, donde se reunía el Consejo. De allí se pasa al los Aposentos Monumentales, entre ellos las salas de Los Lirios, León X, Clemente VII, Lorenzo de Médici, etc.
Frescos, esculturas, relieves, molduras, artesonados, columnas labradas…Todas estas dependencias presentan una riquísima decoración a cargo de maestros como el citado Vasari, Miguel Ángel, Donatello, Verrochio, Ghirlandaio y otros que, probablemente, harían revolverse en su tumba al ínclito Savonarola.
Los Uffizi – 11:30
Al salir del Palazzo Vechio hay que tomar la estrecha calle de la izquierda, que pronto queda flanqueada por sendas galerías porticadas con bustos de personajes florentinos. Se trata de los Uffizi, un palacio diseñado por Vasari en el siglo XVI y donde se situaban las oficinas administrativas de Cosme I. Posteriormente se reutilizó como museo artístico de los Médici, gracias a su morfología alargada y la luminosidad que le proporcionan las cristaleras del piso superior.
Es en los Ufizzi donde se encuentran obras maestras de los grandes genios del Quatroccento y Cinqueccento, desde Giotto a a Rembrandtl, pasando por Piero della Francesca, Uccello, Fra Filippo Lippi, Botticelli, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Rafael, Perugino, Volterra, Van Dyck, Rubens y muchos más.
Entre las obras que se exponen, cabe destacar La anunciación de Leonardo, El nacimiento de Venus y La primavera de Botticelli, La venus de Urbino de Tiziano, La Sagrada Familia de Miguel Ángel, Los duques de Urbino de Piero della Francesca o el Espinario romano.
Ponte Vecchio – 15:00
Después de comer conviene dar un paseo para hacer bien la digestión. Y caminar junto al río Arno se presenta como la mejor opción, máxime si aprovechamos la cercanía del Puente Viejo. Se llama así porque es el más antiguo de Florencia, construido en 1345 por Neri di Fioravante y el único que llegó a haber que sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, aunque hoy son una decena.
Lo que caracteriza a esta obra de ingeniería son las casas que lo recubren y que antaño pertenecían a oficios tradicionales: carnicerías, curtidorías, herrerías… Hoy se continúa esa costumbre pero con exclusividad para otros artesanos como joyeros y relojeros; de hecho, un ilustre orfebre como Cellini tiene un busto dedicado en medio. no obstante, lo que más abunda en el Puente Vecchio son turistas.
Además, en uno de los extremos se alza la torre Mennelli, un bastión defensivo que interrumpe el paso de otro de los elementos singulares del lugar: el Corredor Vasariano, que discurre por la parte alta de los edificios uniendo el Palazzo Vecchio con el Pitti a través de los Ufizzi.
Palazzo Pitti – 16:00
Siguiendo por fuera el mismo camino que el Corredor Vasariano pasamos al otro lado del río (Oltrarno) y llegamos ante la monumental fachada del Palacio Pitti, atribuido a Brunelleschi en 1547 pero ampliado por Ammannati al siglo siguiente, cuando los Médici se lo compraron a los arruinados herederos del banquero Luca Pitti. La dinastía Habsburgo-Lorena les sucedió en el siglo XVIII.
Es fácil identificar este palacio por sus enormes dimensiones pero también por los gruesos sillares de los muros y los grandes ventanales. Dentro hay varias visitas recomendables: sobre todo la Galería Palatina, llena de obras maestras del arte con especial relevancia de Rafael, pero también los Apartamentos Reales, el Museo de la Plata (orfebrerería), la Galería del Costume (ropas de los siglos XVIII y XIX), el Museo de Carruajes (coches de caballos) y la Galería de Arte Moderno.
Detrás del palacio se abren los Jardines de Boboli, la zona verde más grande de Florencia, creada en 1549 por Niccolo Pericoli el Tríbolo para Cosme I. Abiertos al público en 1776, pasear entre sus recoletos rincones de intenso sabor renacentista y llenos de árboles, setos, fuentes monumentales, estatuas, avenidas sombreadas, un invernadero, un anfiteatro un pabellón rococó y detalles deliciosos como la Grotta Grande o el Museo de la Porcelana, es una buena forma de terminar la larga primera jornada por la ciudad toscana.
Piazzale Michelangelo – 19:00
Si, dejando atrás los jardines, continuamos la marcha paralelos al río por la via de Belvedere, llegaremos hasta la piazzale Michelangelo. Es una colina a la que se sube por una serpenteante carretera de seis kilómetros y en cuya cima hay un monumento en memoria de Miguel Ángel. Es el punto perfecto para terminar la jornada porque, al caer el sol, tendremos ante nosotros las mejores panorámicas de Florencia bañadas por la luz del crepúsculo, tal cual se ve en la imagen de cabecera.
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El Bargello – 9:00
Si el día anterior visitamos un ayuntamiento, hoy toca hacer lo mismo con otro más antiguo aún. Se trata del Bargello, levantado en 1255 en forma de fortaleza acompañado de una torre almenada conocida como la Volognana. a partir del siglo XVI se usó como residencia del jefe de policía y luego como cárcel; en el patio, por ejemplo, se llevaban a cabo las ejecuciones.
A mediados del XIX se transformó en Museo Nacional, especializado en escultura. Así, la visita permite descubrir no sólo sus cualidades arquitectónicas sino también -y sobre todo- algunas de las estatuas más bellas de Florencia, que ya es decir: entre otros, el Baco de Miguel Ángel, el Mercurio de Juan de Bolonia, la Leda de Ammanati , el David de Donatello o los paneles de Brunelleschi para las puertas del Baptisterio.
La Catedral – 10:15
A punto de llegar al mediodía ya podemos disponernos a contemplar la crema de la crema. La catedral florentina, dedicado a Santa Maria del Fiore, brilla con luz propia en una ciudad donde la luminosidad artística no es precisamente discreta. Las obras se le encargaron a Arnolfo di Cambio en 1294 para sustituir al anterior duomo, el de Santa Reparata (cuyos restos se conservan en parte en el subsuelo).
Artistas como Giotto, Pisano y Talenti colaboraron en los trabajos, que dieron como resultado un enorme templo gótico cuyo interior fue decorado por Paolo Uccello, Luca della Robbia y Andrea del Castagno, mientras que el mencionado Giotto se ocupó de hacer el altísimo campanile de 84 metros de altura. La fachada, en cambio, quedó incompleta y se rehizo en el siglo XIX.
Sin embargo, la seña de identidad de la Catedral es la monumental cúpula que la corona, obra de Brunelleschi entre 1420 y 1434. Construida asombrosamente en ladrillo sin cimbras fijas, sus medidas no tienen parangón. Por dentro está pintada con frescos de Vasari y Zuccari, contando con una escalera de 463 peldaños que permite subir hasta la linterna para disfrutar de unas vistas memorables desde sus 107 metros de altura.
También puede ser interesante entrar al Museo Dell’Opera del Duomo (el clásico museo catedralicio) porque conserva varias esculturas excepcionales. De ellas, cabe citar la extraordinariamente bella Cantoría de Donatello, la Magdalena de este mismo autor y la Piedad de Miguel Ángel (no confundir con la del Vaticano).
El Baptisterio – 11:30
Se trata de un pequeño edificio de planta octogonal destinado a los bautizos (Dante, por ejemplo) que se yergue frente a la catedral. Es una de las construcciones más antiguas de la ciudad, ya que data de los siglos IV o V, aunque se le hicieron añadidos posteriores como los mosaicos internos del techo, la linterna o el ábside.
Ahora bien, el más notable llegó a mediados del siglo XV, cuando se organizó un concurso para fabricar unas puertas para las caras norte y este que estuvieran a la altura de las que había hecho Andrea Pisano para el lado sur. Participaron algunos de los mejores artistas pero se llevó el gato al agua Ghiberti, que con sus Puertas del Paraíso se coronó de gloria: la realización de los 28 paneles de bronce le llevó más de dos décadas.
Basílica della Santissima Anunziata – 11:45
Por una calle que parte de la Piazza del Duomo, la via dei Servi, se llega a la Plaza de la Santísima Anunciación, cerrada en uno de sus lados por la basílica del mimo nombre, en otro por el Hospital de los Inocentes y en un tercero por el Pórtico de la Cofradía de los Servitas. Es un espacio abierto que cada 25 de marzo acoge puestos de venta por la fiesta homónima.
Es claramente renacentista, como atestiguan la estatua del Duque Fernando I (de Juan de Bolonia) y las dos fuentes manieristas de bronce de Pietro Tacca, pero sobre todo los edificios citados. La iglesia, del siglo XV, es obra de Michelozzo y allí van muchas parejas a casarse, ante un cuadro de la Virgen que la tradición atribuye a un ángel. Además, en su suelo descansan los restos mortales de Benvenuto Cellini.
El Hospital de los Inocentes era, como indica su nombre, un orfanato. Su pórtico se debe a Brunelleschi y está adornado con medallones de terracota representando niños, firmados por Andrea della Robbia. Aún se puede ver el torno de la inclusa.
Galería de la Academia – 12:00
Prácticamente enfrente de la basílica está la Galleria della Accademia. De nuevo nos encontramos ante un lugar dedicado a la escultura, esta vez con predominio de Miguel Ángel, de quien se conserva una de sus obras maestras absolutas: el David, expuesto en la Tribuna (el de la piazza della Signoria es una copia). No es la única pieza del maestro, pues también están la Piedad de Palestrina, el San Mateo inacabado, los Cuatro prisioneros, etc. Asimismo, hay obras de otros artistas: la Magdalena de Filippino Lippi, la Madonna del mare de Botticelli…
Convento de San Marcos – 13:00
Dependiendo de cómo se vaya de tiempo, quizá sea posible entrar al vecino convento de San Marcos. Es medieval, del siglo, pero Michelozzo recibió el encargo de reformarlo en 1437, de ahí su aspecto renacentista. Se accede por la Basílica de San Marcos y sus rincones más interesantes son la sacristía, el claustro, la sala capitular, el refectorio, el hospicio, la biblioteca y la celda de Savonarola. Todo el lugar está lleno de frescos de Fra Angélico, entre ellos la Crucifixión y la conocida Anunciación.
Así se termina la mañana y volvemos al centro para comer y luego, por la tarde, hacer las últimas visitas y callejear.
Capilla de San Lorenzo – 16:00
Puede que por fuera no resulte muy atractiva, dado que los mármoles previstos por Miguel Ángel para revestir el exterior nunca llegaron a colocarse; pero se trata de la iglesia más antigua de la ciudad (393 d.C.), aunque en el siglo XI la reconstruyeron en estilo románico y en 1423 Brunelleschi le dio su imagen actual.
La pobreza exterior contrasta con el rico interior, con maravillas como los púlpitos de bronce de Donatello, la elegante escalera que diseñó Miguel Ángel para la Biblioteca Laurenziana, la cúpula que imita a la de la Catedral y, por encima de todo, las Capillas Mediceas y la Capilla de los Príncipes, que se reparten los imponentes mausoleos de los Médici.
Santa María de Novella – 17:00
A solo una calle de distancia se encuentra otro de los templos góticos florentinos emblemáticos. Santa María de Novella, erigida por los dominicos, en el siglo XIII y cuya conocida fachada fue reformada más tarde por Leon Battista Alberti con formas quattrocentistas (¡esas características volutas!), cuenta con un bonito claustro y un pequeño cementerio.
No obstante, lo más atractivo son sus capillas: la de los Españoles, la Strozzi, la Tornabuoni, la Gondi… atención especial para el fresco de La Trinidad que hizo Masaccio, aunque todo el lugar rezuma pinturas magníficas.
Callejeando – 18:00
Va cayendo la tarde y los sitios monumentales empiezan a cerrar sus puertas. Es el momento de pasear tranquilamente y disfrutar del casco viejo de Florencia al aire libre. Viniendo desde Santa María Novella vamos pasando ante varios puntos interesantes: el Palacio Strozzi, inconfundible por su grueso almohadillado renacentista, sus filas de ventanas y las grandes cornisas; la piazza de Santa Trinitá, que tiene una iglesia que sirve de puerta al puente del mismo nombre; y la Logia del Mercato Nuovo, del siglo XVI, en cuyo interior se halla el hermoso gótico del Tabernáculo de Orcagna (mientras que en el exterior la gente se arremolina en torno a Il Porcellino, un jabalí de bronce copia del siglo XVII que concede el deseo de volver a la ciudad al que acaricie sus colmillos).
Rematamos el día con la iglesia de Orsanmichele, que antes era el mercado de grano y se reconvirtió en templo tras un incendio. sus muros exteriores se decoran con hornacinas que contienen estatuas de santos, de las que la más famosa es el San Jorge de Donatello. Así llegamos hasta el punto final del recorrido en la piazza della Republica, elegante espacio que antaño acogió el foro romano y luego el Mercado Viejo. su aspecto actual es decimonónico, con un perímetro recorrido por arcadas (y una puerta a manera de arco triunfal) donde se han instalado exquisitas cafeterías y comercios.
Así terminan estas 48 horas en Florencia que, sin duda, son apresuradas y cortas para todo lo que ofrece esta histórica ciudad, que parece inacabable. Se quedan en el tintero palacios (Medici-Riccardi, Davanzati, Pandolfini, Rucellai…), museos (Arqueológico Nacional, Etrusco, Cívico, de la Ópera, del Vino…), iglesias (San Miniato al Monte, Ognissanti, Capilla Brancacci…), fortalezas (Fuerte Belvedere, Buontalenti, Basso…) y muchas cosas más imposibles de reseñar en su totalidad.
A SIMPLE VISTA – FLORENCIA
Cómo llegar Avión:El Aeropuerto Amerigo Vespucci de Florencia, también conocido como Peretola, está cerca de la ciudad y se puede volar desde Madrid y Barcelona con Iberia y Vueling en ambos casos. Tren: hay trenes casi directos entre ciudades españolas y el norte de Italia, tanto a Florencia como a Pisa o Milán; mejor consultar la página oficial de RENFE. Dónde alojarse: como buen ciudad turística, Florencia dispone de todo tipo de alojamientos para el visitante. En pleno centro se puede destacar el Hotel Tornabuoni Beacci, que reaprovecha un antiguo palacio. más asequible pero igualmente céntrico resulta el Maxim, a pocos minutos de la Catedral. Dónde comer: se puede elegir entre típicas trattorías como Le Antiche Carroza a los pequeños locales que sirven porciones de pizza o bocadillos a los turistas con prisa. No hay que perdonar un helado en alguna de las abundantes gelaterías del centro. Dónde ir por la noche: el ocio nocturno florentino es predominantemente joven, por la cantidad de estudiantes que hay. No faltan bares (Harry’s, Dolce Vita, Casa del Vino), discotecas (Central Park, Tenax), locales con música en vivo (Be Bop, Jazz Club Firenze), etc. Cuándo ir: la Toscana resulta especialmente bonita en primavera cuando florecen los campos en mil colores, o en otoño, cuando las copas de los árboles se tiñen de tonos dorados y rojizos. Además, durante esos mese hace menos calor y hay menos turistas, algo a tener en cuenta por las colas que llegan a formar en algunos sitios. Asimismo, en esas estaciones tienen lugar fiestas como el Scorpio del Carro (histórica, Domingo de Resurerección), la Rificolana (religiosa, 7 de septiembre) y el Calcio in Costume (histórico-deportiva, 24 de junio). Más información: Firenze Turismo Libros: la Historia manda, por supuesto. Así, se puede saber más sobre el pasado con Florencia. Esplendor y declive de la casa de Médici (Christopher Hibbert) o disfrutar con una novela de época con La muerte de Venus (Luis Racionero). Música: el principal festival artístico de la ciudad se llama Maggio Musicale y dura todo el mes de mayo. Se llevan artistas internacionales. |