En general, cualquiera que visite Perú lo hará llevando en mente acercarse a Machu Picchu, el lago Titicaca, el Valle Sagrado, las huacas norteñas o las líneas de Nazca, fundamentalmente. Pero, para ello, lo normal es que primero aterrice en Lima, la capital, auténtica puerta de entrada a ese fascinante país.

La Ciudad de los Reyes, como la bautizó Francisco Pizarro, no en alusión a ningún monarca de su época sino a causa de la fecha en que la mandó fundar (el 6 de enero de 1535), es una verdadera joya de la América virreinal: palacios, iglesias y conventos se suceden calle a calle en el casco antiguo ocupando el hueco dejado por la arquitectura prehispánica predecesora y haciendo las delicias de cualquier viajero.

A ello hay que sumar otros complementos de primera, como su fuerte vocación marinera, basada en un puerto de importancia histórica; su excelente gastronomía, que ya ha alcanzado categoría mundial; un clima peculiar donde la garúa (niebla) es una seña de identidad más; y una serie de fiestas y eventos que también han exportado su fama fuera.

Con una gran densidad de población (en torno a ocho millones de habitantes), es la ciudad más poblada de Perú, sufre un tráfico demencial y presenta fuertes contrastes entre riqueza y pobreza. Pese a estas cifras extremas, resulta una urbe más segura que otras del continente.

VIERNES

Museo de la Nación – 9:30

Este museo es el sitio ideal para empezar la visita debido a dos razones. La primera, que al encontrarse algo alejado del centro es mejor verlo a primera hora, ahorrándose la tortura posterior del tráfico limeño para ir y venir. La segunda, que constituye una magnífica forma de ir introduciéndose en el complejo mundo de los pueblos que componen el Perú actual y las civilizaciones prehispanas que forjaron su historia, aprendiendo de paso que no sólo hubo incas sino también otros como los nazca, los mochicas, los quechuas, los chavín, los chimú, etc.

Se trata de un museo de reciente creación (1988), según demuestra el moderno aspecto que presenta su sede, sita en la avenida Javier Prado Este y diseñada por los arquitectos Miguel Cruchaga, Miguel Rodrigo y Emilio Soyer. Cuenta con una amplia colección de más de quince mil piezas de diversos tipos, desde cerámica a orfebrería, pasando por textiles, armas y maquetas, todo ello completado con fondos etnográficos actuales y documentales.

Desarrolla una intensa y dinámica actividad cultural, con organización de exposiciones, conciertos, espectáculos folklóricos e incuso acoge reuniones internacionales de jefes de estado.


Plaza de Armas – 11:30

Desde el museo habrá que coger un taxi para desplazarse hasta el epicentro turístico de la capital peruana, la Plaza de Armas. Se trata de un espacio abierto que constituye el núcleo original de la ciudad, a partir de la cual fue creciendo urbanísticamente. Por eso en los lados del cuadrado que forma se levantan algunos de los edificios más importantes, como la Catedral, el Palacio de Gobierno, el Palacio Arzobispal o el Palacio Municipal.

Zonas ajardinadas y una fuente de bronce de 1650 adornan el lugar, aunque lo más vistoso sin duda son los bellos balcones de madera que parecen colgar de las fachadas desde los tiempos del virreinato (aunque los hay también por otras calles). Con su fina decoración tallada, sus celosías, sus canecillos y otros elementos que les otorgan esa gracia especial, una reciente restauración los ha convertido en auténticos protagonistas de las fotos de los turistas.

El sitio tiene un doble interés extra: uno histórico, porque en esta plaza fue donde José de San Martín proclamó públicamente la independencia del Perú en 1821. El otro, pintoresco, es la posibilidad de dar una vuelta en alguna de las calesas tiradas por caballos que circulan por allí.

Cambio de guardia – 12:00

La presencia en la Plaza de Armas es doblemente oportuna porque a mediodía se celebra un curioso espectáculo militar en el patio del Palacio de Gobierno. Éste se levantó, según la tradición, sobre la casa de Pizarro, si bien de aquélla sólo queda un árbol del jardín. Luego, sucesivas reconstrucciones y reformas fueron dando forma al palacio donde vivían los virreyes del Perú.

Al hablar de espectáculo militar nos referimos al cambio de guardia, esa tradición que se ha hecho común en casi todos los países y que en el caso peruano permite ver los soldados ataviados con los pintorescos uniformes decimonónicos, desfilando al ritmo de una banda de música.

Tradicionalmente es el regimiento de Dragones quien lo lleva a cabo, aunque en ocasiones lo ha hecho los Húsares de Junín y a caballo. En cualquier caso, siempre hay que verlo a través de los barrotes de la verja (y entre la multitud de curiosos que se amontonan para fotografiarlo).


Catedral – 12:15

La basílica catedral limeña se empezó a construir prácticamente con la ciudad misma, en 1535, sobre un templo prehispano dedicado a Puma Inti, y estuvo lista para su inauguración cinco años más tarde. Claro que entonces tenía un aspecto mucho más modesto, apenas poco más que una capilla, pese a lo cual era sede arzobispal.

En 1551, el arzobispo Gerónimo de Loayza erigió una segunda iglesia más grande. Pero el Virreinato de Perú iba creciendo y la capital ampliando sus límites, de manera que en 1584 se proyecto un tercer edificio bajo la dirección del arquitecto Francisco Becerra, a cuya muerte le sucedió Juan Martínez de Arrona, quien la terminó en 1622.

Sin embargo, si forma final llegaría en 1748 con una reconstrucción que fue necesaria por los efectos destructivos del terremoto de dos años antes. El resultado es un un templo de planta basilical, con cinco naves, y siete puertas y catorce capillas laterales, en las que se puede ver figuras firmadas por Martínez Montañés y un Cristo de marfil donado por Carlos V.

Un conjunto espléndido, en suma, en el que destacan la sillería del coro (de madera de cedro, tallada por Pedro de Noguera), la cripta con las tumbas de los obispos de la ciudad y el sepulcro monumental del conquistador Francisco Pizarro, fundador de Lima.La visita deberá incluir el Museo de Arte Religioso de la Catedral, donde se conservan los objetos litúrgicos, estatuas, pinturas y otras obras de arte relacionadas con el templo.

La Catedral de Lima, Perú – Imagen: ©depositphotos.com/ollikainen

Palacio Arzobispal – 12:45

Tiene su sede en el palacio homónimo, anexo a la catedral y fácilmente reconocible por una espectacular fachada neo-barroca en la que brillan con luz propia dos balcones de madera finamente tallada y una estatua de Santo Toribio de Mogroviejo.

El palacio original es de 1535 pero su estilo neocolonial es más reciente:

se inauguró, rehabilitado, en 1924, siguiendo el proyecto del arquitecto polaco Ricardo Malachowski, ya que antes se usó como comisaría y cárcel. Vitrales franceses iluminan el interior, que se reparte a partir de una elegante escalera de mármol central. Se comunica con la catedral a través de un patio.

En sus dependencias residieron los obispos de Lima , como demuestran las dos banderas que ondean fuera: la nacional y la del Vaticano. Pero desde 2010 es un museo que reúne piezas religiosas desde el siglo XVI hasta la actualidad.

Al salir del Palacio Arzobispal, dada la hora, habrá que buscar un lugar para comer. En esa zona, el centro del centro urbano, es fácil encontrar algún establecimiento a la medida de cada uno.

El Palacio Arzobispal – Imagen: ©depositphotos.com/Shanin

Convento e iglesia de San Francisco – 15:00

Terminado el almuerzo llega el momento de visitar otro importante rincón de la capital, un conjunto monumental situado apenas a una manzana de la Plaza de Armas y que constituye la muestra de arte barroco más importante de Lima.

Se compone de varios elementos: el convento franciscano, la basílica, las capillas de la Soledad y del Milagro, la plazuela, el Museo de Arte Religioso, la Sala Zurbarán. la biblioteca y las catacumbas. Se empieza por el claustro, curiosamente adornado con azulejos sevillanos y se van viendo todas dependencias, a cual más impresionante.

Claro que la palma en eso se la llevan los setenta mil enterramientos subterráneos, en los que los huesos se han colocado ordenadamente por tipos a lo largo de una densa red de galerías que constituyeron el antiguo cementerio hasta 1808 y que quizá estuvieran conectadas con la sede de la Inquisición.

Al salir se puede descansar un poco en la plaza, donde cientos de palomas aprovechan la fuente para beber, y contemplar la fachada del templo, que exhibe una portada central exuberantemente barroca, con el resto pintado de un raro color amarillo y con dos torres que, de cerca, tapan la visión de la cúpula mozárabe.

 

Museo del Congreso y de la Inquisición – 16:30

Dada la alusión anterior, el siguiente paso debería ser éste. Este lugar se encuentra muy cerca, al otro lado de la gran avenida Abancay y al lado de la Plaza Bolívar, donde se alza la estatua ecuestre en memoria del Libertador y tras la cual está el Congreso de la República.

Resulta curioso que dicho congreso reparta su museo con el de una institución tan diferente como era el Santo Oficio, pero es que entre 1570 y 1820 el tribunal religioso se ubicó allí, aunque luego albergó la Universidad de San Marcos, el Senado Nacional hasta 1939. Originalmente había sido la casa de uno de los conquistadores, Nicolás Ribera.

Pasando a su interior se pueden ver la Puerta del Secreto (un acceso exclusivo para el Gran Inquisidor), la sala de vistas (con un bello artesonado de caoba), la cabeza de Cristo que presidía los procesos, la cámara de torturas y los calabozos subterráneos. Merece atención especial la magnífica biblioteca, heredera de la de la Cámara de Diputados.

Paseo -18:00

Termina la jornada. Es el momento de relajarse dando un paseo tranquilo, bien por el mismo casco antiguo, bien tomando un taxi para acercase hasta algún barrio de atractivo especial, como el de Miraflores, que es moderno y comercial, por lo que aglutina allí restaurantes, discotecas y hoteles.

 

SÁBADO

El Callao y la Fortaleza del Real Felipe – 09:30

El Callao es el nombre que recibe el puerto de Lima, situado a quince kilómetros del centro en una bahía protegida naturalmente donde desemboca el río Rímac. Cuenta con un centro histórico en el que lo más destacado es la imponente Fortaleza del Real Felipe, una edificación militar del siglo XVIII construida para defender la plaza de ataques navales.

Como se puede deducir por su nombre, se erigió en tiempos de Felipe V y si bien San Martín le cambió la gracia rebautizándolo Castillo de la Independencia, al final recuperó el original en 1925. El fuerte y El Callao en general fueron el último reducto de presencia española en la América continental, dada su inexpugnabilidad: una superficie pentagonal de setenta mil metros cuadrados, con un baluarte en cada vértice a la manera Vauban, un par de torreones, cinco murallas y sólo dos puertas; además estaba reforzado por dos fortines complementarios, el de San Rafael y el de San Miguel.

Museo del Ejército – 10.00

La fortaleza del Real Felipe es hoy la sede del Museo del Ejército, exhibiendo uniformes, armas y objetos diversos de la milicia peruana a lo largo de su historia.

Museo Naval – 12:00

Como es lógico, el Callao también acoge un museo naval con siete salas dedicadas a ilustres marinos peruanos, a los conflictos marítimos que se sucedieron en su corta historia y a la navegación en general. Además, cerca hay una curiosidad flotante: el llamado Museo de la Fuerza de Submarinos, alojado en el sumergible BAP Abtao.

Se puede pasar el resto de la mañana por la zona, comiendo en algún establecimiento local, o regresar al centro para las visitas vespertinas.

Palacio de Torre Tagle – 15:00

De vuelta otra vez al centro neurálgico de Lima, la Plaza de Armas, vamos a caminar por la calle Huallaga para ver una de las más extraordinarias expresiones de la arquitectura colonial: este palacio construido en 1730 por el marqués de Torre Tagle, que era tesorero de la Armada Española.

Con una fachada en estilo barroco andaluz -aunque incorpora otros elementos- en la que no faltan los característicos balcones de madera (llevados desde España) y un interior que combina arquerías moriscas, azulejos sevillanos y bellos artesonados, su uso actual es como sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. No obstante, se puede entrar los sábados con cita previa.

Al salir hay que fijarse en un curioso detalle: muy cerca se encuentra la única plaza del mundo que está dedicada a los limpiabotas.

 

Iglesia de Santo Domingo – 16:30
Desandamos el camino, atravesamos de nuevo la Plaza de Armas y llegamos a la Plaza de Perú, donde podemos contemplar el exterior del Correo Central, al lado de una de las mansiones más antiguas de Lima, la Casa Aliaga. Seguimos avanzando por Conde de Superunda y así aparece ante nosotros la torre de Santo Domingo.

Es uno de los conventos mejor conservados de la ciudad, regido por dominicos desde que Pizarro se lo entregara en el siglo XVI. Tiene tres patios con claustros, arquerías y azulejos; en uno se halla la capilla de San Martín de Porres, ocupando lo que antes era la enfermería. Sus restos mortales descansan en la cripta, al igual que los de Santa Rosa de Lima.

La iglesia sólo tiene una torre -de sesenta metros de altura y estilo rococó, rematada por el Ángel de la Fama- porque la otra cayó con el seísmo de 1746. Asimismo, hay una importante biblioteca de más de veinticinco mil volúmenes porque el convento fue el germen de la Universidad de San Marcos.

 

Santuario de Santa Rosa de Lima – 16:45

La cita de esos dos santos es oportuna porque seguimos avanzando en dirección norte por la misma vía para llegar a este lugar donde nació y vivió la primera santa americana, antaño Hospital del Espíritu Santo. El santuario se hizo en 1728 y fue sustituido en 1826 por una iglesia.

Se pueden ver las habitaciones donde moraba Santa Rosa, la enfermería, un pequeño altar construido por ella misma en adobe y un pozo a donde arrojó -cuenta la tradición- la llave de su cilicio. A dicho pozo peregrinan miles de devotos cada 30 de agosto.

En la manzana de al lado está la casa natal de San Martín de Porres, otro edificio de gran significación arquitectónica y religiosa.

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El santuario de Santa rosa de Lima – Imagen: Miguel Ángel Chong en Wikimedia, CC BY-SA 3.0

Iglesia de las Nazarenas – 17:15

Caminando por la Avenida Tacna no tarda en aparecer, en una esquina, una de las iglesias más famosas de Lima. No tanto por su arquitectura como por su leyenda: situada en Pachacamilla, antiguo barrio negro, uno de ellos pintó una cruz en una de sus paredes… la única que permaneció en pie tras el terrible terremoto citado antes. Se atribuyó a un milagro y de ahí los nombres que recibe el templo: Señor de los Milagros, Cristo de los Temblores o incluso Cristo Morado (por el color que predomina en la procesión del 18 de octubre,una de las más masivas del mundo).

Iglesia de la Merced – 18:00

Desde las Nazarenas giramos a la izquierda, tomando la Avenida de la Emancipación en dirección sur y dejando atrás cinco manzanas, nos topamos con la Iglesia y convento de la Merced. Otro complejo erigido en 1536, donde se ofició la primera misa de Lima y donde San Martín declaró la independencia.

Lo más destacado es su fachada de granito rojizo, tallada en estilo barroco en 1687. El altar es neo-clásico y hay dos claustros de influencia mudéjar. Cabe resaltar una curiosidad mitad histórica mitad legendaria: en la sacristía se guarda una cruz conocida como Cruz de la Conquista, de la que se dice que fue la primera que llevaron los mercedarios a Perú.

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Iglesia y convento de La Merced – Imagen: ©depositphotos.com/rjelich

Así terminan estas 48 horas en Lima que, como se puede ver, resultan muy jugosas. Tanto que, en contra del tópico que suele circular sobre la capital peruana, en el sentido de que no tiene nada que ver, aún se quedarían en el tintero rincones de indudable interés como la Casa de Pilatos, la Casa Riva Agüero, la alameda de los Descalzos, la Casa de Goyeneche, la plaza de toros, la Casona de San Marcos, el Palacio Osambela, el Museo del Oro, el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, los yacimientos arqueológicos de los alrededores de Lima (Pachacamac, Cajamarquilla, Puruchuco…), las playas (Waikiki, Redondo, La Herradura y Barranquito) y muchas, muchas cosas más.

A SIMPLE VISTA – LIMA

Cómo llegar
Avión: las compañías que operan vuelos a Lima desde Madrid son Iberia, Air Europa y LAN Perú.  En la web de vuelosbaratos se pueden comparar ofertas de aerolíneas como de agencias de viajes online.
El Aeropuerto Internacional Jorge Chávez se encuentra en El Callao, a unos diez kilómetros del centro urbano.

Dónde alojarse: a la hora de buscar hoteles en la capital lo mejor es recurrir a un buscador como el de vuelosbaratos. No obstante, se pueden dar algunas pistas diciendo que el barrio de Miraflores es donde se concentran buena parte de ellos, como el Ibis Larco Miraflores (moderno y acogedor) o el Pucllana (bed & breakfast). En la zona centro no hay tantos pero se puede reseñar el Gran Hotel Bolívar (edificio histórico cercano a la Plaza de Armas).

Que comer: Aconsejamos consultar nuestro articulo sobre algunos de los mejores platos típicos peruanos.

Dónde comer: hace ya un tiempo que la gastronomía peruana se ha encaramado al pódium mundial, con platos como el ceviche (carne o pescado marinado aliñado con cítricos) y bebidas como el pisco sour (aguardiente con zumo de limón). Éstas y otras delicias (sopa criolla, papas, cuy…) se pueden degustar prácticamente en cualquier sitio, tanto restaurantes (Central, IK, Puku Puku Café) como sangucherías (La Lucha, Lima Sabrosa, El Filetón) o puestos callejeros. Una curiosidad es la chifa, cocina china adaptada a la peruana por los inmigrantes orientales.

Dónde ir por la noche: Miraflores es el barrio a tener en cuenta en este aspecto. Allí se congregan bares (Haití, La Noche), cervecerías (O’Murphy), discotecas (Bar Kistch, La Noche, La Santa Sede) y locales con música en vivo (La Casona del Barranco, Jazz Zone).

Cuándo ir: el clima de Lima es bastante suave, caluroso durante el día y más fresco al anochecer, tanto en invierno como en verano. Eso sí, hay que tener en cuenta que la ciudad casi siempre está cubierta por la garúa, una neblina que viene desde el océano Pacífico, por lo que las playas no suelen llenarse. Aparte, se puede intentar coincidir con alguna de las fiestas más famosas, como la del Señor de los Milagros (segunda mitad de octubre), la de Santa Rosa de Lima (30 de agosto) o el Concurso de Caballo de Paso Peruano (1 de abril en el yacimiento de Pachacamac).

Qué se necesita: quien viaje hasta Lima seguramente no lo hará como destino exclusivo sino como principio o final de un viaje por todo Perú y, dado que éste es muy grande y variado, conviene llevar tanto ropa de abrigo como de verano, para usar en según qué zona. Para la capital no hará falta nada especial.

Cómo moverse: al igual que en otros sitios de América, el transporte público urbano es a base de pequeños micro-buses conocidos popularmente como colectivos; sus paradas no están necesariamente señalizadas y casi hay que subirse en marcha, por eso quizá sea más práctico recurrir al taxi. Eso sí, asegurándose de que es legal y tiene taxímetro (en caso de duda se puede solicitar a un policía que busque uno).

Libros: seguramente la obra maestra sobre la capital peruana sea Conversación en La Catedral, de Mario Vargas Llosa. Fernando Ampuero también la retrata (en concreto, el barrio de Miraflores) en su novela El peruano imperfecto.

Música: si se va a viajar a Perú seguro que no faltará la típica música andina a base de zampoña y guitarra, pero conviene saber que en la costa hay otro estilo de tradición negra, afro-peruana. La marinera, por ejemplo, es un baile limeño por antonomasia con un pañuelo cono elemento de referencia

Más información: Turismo de Perú

 

 

Sobre El Autor

Nacido en Oviedo (Asturias), soy historiador de formación y bloguero profesional desde 2009, con atención especial a viajes y turismo. Me gusta conocer otros lugares, bien todo el país, bien centrándome en alguna ciudad. He hecho la casi preceptiva visita a naciones de nuestro entorno europeo, como Portugal, Francia, Italia, Inglaterra, Escocia, República Checa, Rumanía y Grecia, en busca de esa identidad continental común.En el entorno mediterráneo tuve ocasión de hacer realidad un viejo sueño y recorrer Egipto en lo que fue mi primer periplo exótico. Luego siguieron otros igualmente fascinantes como Jordania y Marruecos. También salté el charco para descubrir el Nuevo Mundo, desde México a Bolivia pasando por Costa Rica, Panamá, Colombia y Perú, donde me sentí como en casa.Finalmente, también pude cumplir otro anhelo al viajar a África para ver in situ esos rincones que me fascinaban desde niño por los relatos y películas de exploradores: Kenia y el legado de Karen Blixen, Uganda y las fuentes del Nilo, Ruanda y los gorilas de montaña, el Serengueti o el Cráter del Ngorongoro en Tanzania...Extasiarse ante belleza impactante de la Capilla Sixtina, atisbar el Tesoro de Petra asomando por la abertura del cañón del Sij, sentirse abrumado por los colosos de Ramsés II en Abu Simbel o las pirámides de Giza, escuchar la potencia ensordecedora de las cataratas Murchinson, ver salir el sol desde lo alto del Sinaí o de Machu Picchu, cabalgar por la ribera del Nilo, caminar por la grandiosidad enigmática de Teotihuacán, despertarse al amanecer con el rugido de un león en la sabana, fotografiarse ante la inmensidad blanca del Salar de Uyuni, deambular por el Whitechapel de Jack el Destripador, contemplar París desde lo alto de la Torre Eiffel, navegar por el lago Ness...Todo ello -y lo muchísimo más que aún haya de venir- trato de plasmarlo en imágenes y palabras a través de mi blog El Viajero Incidental y Viajeros de La Brújula Verde.

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